lunes, noviembre 27, 2006

Los loros de Anio


La Mitología griega está llena de relatos fantásticos que se asemejan más a una historia de ciencia ficción que a una doctrina religiosa. Pero en muchos casos, a esos “cuentos” le encontramos paralelismos sorprendentes, que nos llevan a aplicarlos a la vida real.
El caso que nos ocupa esta vez es el de Anio, un mortal anónimo que aspiraba nada más y nada menos que a ser considerado un dios. Para tamaña empresa (no cualquiera accedía a ese status en Grecia) a Anio se le ocurrió la feliz idea de entrenar a tres loros para que repitieran a viva voz por toda la ciudad: “Anio es un dios, Anio es un dios”. De esta forma, en una sociedad en la que los signos de la naturaleza eran considerados designios divinos, nadie dudaría del carácter sobrehumano del buen Anio.
Milenios después, buenos conocedores de la Mitología griega adoptaron esta idea y la pusieron en práctica, pero con una gran diferencia: cambiaron los obsoletos loros por los comunicadores de los medios masivos. Así, en una sociedad en la que los signos provenientes de los medios de comunicación adquieren status sagrado al ser difundidos, nadie dudará de la honestidad, honradez y capacidad de los Anios de la época de las telecomunicaciones, que vistiendo saco y corbata y, montando grandes escenarios, convencen a los ingenuos electores de su divinidad.
Los loros de Anio están en todas partes, repitiendo sin cansancio, y con sorprendente efectividad que su favorecedor es un dios: están en la CNN, están en la radio, están en los diarios, están (que dudarlo) en Chivilcoy...
Los Anios de hoy son quizás más humildes, no aspiran a dios, sólo a gobernantes; y los loros que ellos entrenan aprenden mucho más rápido su letra, y en muchos casos, al repetirla tantas veces, la hacen suya, como un credo indiscutible.
La sociedad, sosteniendo con fe inquebrantable la religión mediática, ve en los Anios a sus salvadores, y enseguida lo entronizan como dios, hasta que luego llega el desengaño, o los loros son entrenados por otros.
¿A cuántos loros vemos y escuchamos por día, para luego repetir involuntariamente su discurso, transformándonos a la vez en otros loros, tal vez más pasivos, que seguimos infundiendo una falsa religión?. ¿Cuántos Anios hubo, hay y habrá en Chivilcoy, la Provincia y el país?. ¿Cuántos inocentes serán embaucados por esta falsa divinidad?.
En la Mitología, los griegos no le creyeron a los loros y se rieron del infantil intento de Anio. Cinco milenios después, la formula resultó tremendamente efectiva, y quizás sea ya tarde para desbaratar esta falsa religión erigida en torno a Anio.

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