miércoles, marzo 19, 2008

No nos olvidemos de Julio


A 18 meses de la desaparición de Jorge Julio López, seguimos pidiendo por la Aparición con Vida YA! Ayer se hizo una multitudinaria manifestación desde la Plaza Moreno hasta la gobernación bonaerense, en La Plata. Antes, se formó la cara del albañil con 1.800 velas en la misma plaza.




Las fotos son de mi AMIGO y colega de la Agencia DIB, Martín Raggio.

No voy a hablar de Guinzburg…

…O sí, pero no de él –un gran humorista, por cierto, nadie lo niega-, sino del velatorio público que se le hizo en todos y cada uno de los canales informativos que andan dando vueltas en el cable.
En ese festival mortuorio se mostró de todo: los mejores momentos del animador (repetidos insistentemente a cada hora), las sentidas palabras de sus colaboradores, las muestras de dolor de desconocidos que enviaban fotos y mensajes a los programas, presentados cada uno por noteros con caras compungidas, que no se cansaban de repetir lo genio que era el difunto.
Es cierto, los periodistas somos unos carroñeros. Vivimos de las desgracias de los demás, montamos un circo ante cada hecho que puede resultar rentable y violamos todas las barreras de la intimidad con tal de un punto de raiting, o la venta de más diarios.
A Guinzburg lo velaron públicamente durante todo el día en el que se conoció la noticia, mostraron delante de todo el mundo su carrera profesional, desnudaron ante los ojos ávidos de la audiencia carnívora sus intimidades familiares.
Menos mal que él había pedido una ceremonia tranquila.
Resulta llamativo como los medios se las arreglan para retroalimentar sus propias noticias: montan un bombardeo insoportable sobre la muerte de un famoso –en este caso le tocó al pobre Jorge-, e insisten permanentemente en lo doloroso e irreparable de la pérdida, para después, una vez generado un sentimiento de duelo general, ¡hablar de las numerosas muestras de dolor del público!
Y claro, quien no se conmueva ante tamaña manifestación, es de piedra, o bien enemigo del fallecido en cuestión.
Ese círculo vicioso se repite ante cada hecho catastrófico, y uno se imagina, ante tal enfoque desesperante, a dueños de canales llorando sobre su escritorio, desesperados e impotentes frente a tantas injusticias.
Pero nada de eso pasa, y las lágrimas no derramadas son en realidad viles cálculos monetarios.
Que Guinzburg descanse en paz, y que los medios lo dejen.