viernes, noviembre 23, 2007

Para observar y anotar

Otro artículo de la Agencia Periodística del Mercosur, en este caso referida a la política petrolera de Brasil, que la semana pasada descubrió un enorme reserva submarina en sus costas.
Habrá que aprender...

Brasil, nuevo magnate petrolero

Por Pablo Ramos | Desde la Redacción de APM

El anuncio del descubrimiento de un yacimiento submarino gigantesco en las costas brasileñas agitó el tablero mundial. Es el resultado de una política de largo plazo. El rol del Estado, fundamental.


Justo en la víspera de la Cumbre Iberoamericana realizada en Santiago de Chile, la empresa Petrobras anunció el descubrimiento de un enorme yacimiento petrolífero en aguas territoriales de Brasil. Las reservas aún deben ser certificadas, pero ya se habla de entre 5.000 y 8.000 millones de barriles de crudo, acompañado de abundantes cantidades de gas natural. Las buenas noticias no se terminan allí, ya que el oro negro encontrado es del tipo liviano, el más fácil de refinar y el más demandado globalmente. Brasil pasaría a convertirse de un importador de hidrocarburos a un exportador cuando logre poner en marcha toda la infraestructura necesaria para extraer esta “dádiva de Dios”, según las palabras del presidente Luiz Inacio Lula Da Silva.
La magnitud del descubrimiento merece ser mensurada. El yacimiento, bautizado Tupí y ubicado en la cuenca de Santos –frente al estado de San Pablo- es el último gran depósito hallado en todo el mundo desde el hallazgo del campo Kashagan en Kazajstán en el 2000. Las reservas anteriores de Brasil alcanzaban los 12.000 millones de barriles, por lo cual la puesta en producción de este campo significaría un aumento del 50 por ciento en sus existencias de petróleo. Y la economía más grande del hemisferio sur podría convertirse en una importante exportadora de hidrocarburos.

La extracción de esta riqueza no está exenta de inconvenientes. El bloque y el área descubiertos se encuentran a 250 kilómetros de la costa, a una profundidad de entre cinco y siete kilómetros, y bajo una extensa capa de sal, en un área de unos 800 kilómetros de largo por 200 de ancho. Los pronósticos más optimistas suponen que va a extraerse crudo comercialmente a partir de 2010, tras inversiones estimadas por 30.000 millones de dólares.

De colmarse todas las expectativas, Brasil va camino a convertirse "en un país de proporciones exportadoras, en el nivel de los países árabes y Venezuela", en palabras de la ministra jefe de Gabinete Civil, Dilma Rousseff.

Este hallazgo es el resultado de una política de Estado de largo plazo. En lo energético en general, y en el papel que le compete a Petrobras en particular. Brasil siempre se vio y se pensó como una potencia, e incluso, un imperio. Una de sus debilidades estructurales era la carencia de fuentes de energía, y por sobre todo, de hidrocarburos. En décadas anteriores, Brasilia movió sus piezas de ajedrez en distintas direcciones. En primer término, inició un ambicioso plan de producción de electricidad a partir de represas, y hoy más de la mitad de los wats consumidos en el país vecino tienen ese origen.

Pero como los automotores y los aviones no se mueven con electricidad, sino con combustibles derivados del petróleo, en los ´70 la nación lusoparlante inició su campaña a favor del etanol. Las condiciones de país tropical facilitaban la cosecha de azúcar, de la cual se puede extraer el alcohol antes mencionado y mezclárselo con la nafta o gasolina. Hoy Brasil es el segundo productor y primer exportador mundial de etanol.

La otra pata de esta búsqueda de la autonomía energética fue llevada adelante por la petrolera nacional Petrobras. Fundada en 1953, se convirtió en una empresa de hidrocarburos integrada: explora, extrae, destila, transporta y comercializa petróleo y sus derivados. Debido a que el territorio continental brasileño carece de áreas geológicas donde pueda hallarse crudo, la compañía se especializó en la exploración y extracción marítima, conocida como off shore, y se convirtió en líder mundial en este rubro.

Petrobras es una empresa semipública con participación nacional y extranjera, con sede en Río de Janeiro. Desde un punto de vista administrativo, se comporta como una compañía privada más. Sus acciones cotizan en los mercados de Brasil y Estados Unidos, y su valor de mercado alcanza los 220.000 millones de dólares (un poco menos del PBI argentino). El año pasado obtuvo ganancias por 11.800 millones de dólares, y la producción diaria es de 1.900.000 barriles. El Estado brasileño posee el 55,7 por ciento del capital con derecho de voto, con lo cual se asegura el control y que no pueda ser absorbida por otra empresa, y el 32 por ciento de su capital social.

Petrobras se ubica, gracias a este descubrimiento, entre las mayores petroleras mundiales, y es la compañía más grande de Latinoamérica. Y cumple un doble rol como empresa: por un lado, genera ganancias que deja contentos a sus accionistas, y por el otro, cumple con los objetivos estratégicos de Brasilia. Además, se convierte en otra empresa global de origen brasileño.

La compañía se encuentra en un franco proceso de expansión. En Argentina es la segunda petrolera integrada después de Repsol YPF, tras adquirir la firma local EG3, y dispone de tres destilerías. En Bolivia era –hasta antes de la nacionalización de los hidrocarburos llevada adelante por el presidente Evo Morales- responsable del 20 por ciento del PBI, y opera dos refinerías. Está asociada a más de 75 compañías internacionales en los distintos segmentos del negocio petrolero. Tiene activos, además, en Angola, Colombia, China, Ecuador, Estados Unidos, Guinea Ecuatorial, Japón, México, Nigeria, Perú, Trinidad y Tobago y Venezuela.

Y la actual administración en el Planalto ha demostrado en hechos que Petrobras es usada como herramienta de geopolítica. En ocasión en que Uruguay nuevamente elevaba sus quejas ante las asimetrías existentes dentro del Mercado Común del Sur (Mercosur, integrado además por Argentina, Brasil, Paraguay y Venezuela en proceso de ingreso), Lula Da Silva anunció inversiones por parte de Petrobras en la nación más pequeña del bloque sudamericano como.

La semana pasada, el mismo mandatario aseguró que su país va a ayudar a Bolivia a industrializarse a través de inversiones en el sector hidrocarburos. El 12 de diciembre va a visitar La Paz para firmar los acuerdos alusivos. Entre los temas a tratarse, figura la construcción de un polo gasífero en Puerto Suárez. Lula sostuvo que a Brasil "le interesa, como mayor país de América latina, vivir en un clima de paz y armonía con países con los que tiene una gran extensión fronteriza, como Bolivia".

También estudia exploración off shore en territorio marítimo de Cuba, según el Ministro de Desarrollo, Industria y Comercio brasileño, Miguel Jorge. "Hay interés de Petrobras en prospecciones de petróleo en Cuba, principalmente en aguas profundas," dijo el funcionario tras inaugurar un pabellón brasileño en la Feria Internacional de La Habana. "Petrobras tiene hoy la mejor tecnología del mundo en aguas profundas a 6.000 ó 7.000 metros de profundidad," finalizó.

La compañía se encuentra también tras la adquisición de los activos de la estadounidense Exxon en Chile, Paraguay y Uruguay. En Argentina también intentó hacerse de esta operatoria, pero la Casa Rosada le “sugirió” a Petrobras que incremente sus inversiones en exploración y extracción en lugar de concretar esta operatoria. A la misma compañía de Estados Unidos le adquirió una refinería en Okinawa, Japón, para procesar crudo pesado, la primera semana de noviembre.

Brasil va a incrementar su peso internacional, y ni mencionar en el ámbito regional. En estos momentos, Argentina provee de crudo a su vecino mayor, a pesar de que sus reservas se van a agotar en dos años. Aún antes de este descubrimiento, el país carioca había anunciado el autoabastecimiento a partir de 2008. El horizonte es mucho más halagüeño ahora: el Planalto quiere que su país integre la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en cinco o seis años. Aunque se debe admitir que en ése cártel no va a tener un peso tan relevante como el de los países árabes o Venezuela, debido a que es un gran consumidor de hidrocarburos y una población de 160 millones de habitantes.

Pero lo que sí se asegura es la autonomía energética: como medida preventiva, cuando Petrobras hizo este anuncio, las autoridades brasileñas retiraron la oferta de otros bloques que iban a ser concesionados, para que cualquier otro hallazgo quede en manos locales. Se asegura más ingresos por exportaciones, cuando comience a vender el crudo en el mercado internacional, ávido de petróleo. Se asegura también mayores ingresos fiscales por su condición de accionista principal de la empresa. Y la historia nos permite avizorar que este nuevo escenario va a ser utilizado para lograr los objetivos geopolíticos históricos: ser la potencia regional definitivamente, buscar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y único interlocutor válido de los países en desarrollo ante el Primer Mundo. Y, por qué no, sentarse de igual a igual en el hall de las potencias antes de lo pensado.

lunes, noviembre 19, 2007

Mi vecino el actor

Desde hace diez años se desarrolla en Saladillo un fenómeno singular: la realización de películas protagonizadas por los propios vecinos. Fabio Junco, uno de los promotores del proyecto, nos cuenta los detalles de esta experiencia.



Fabio Junco y Julio Midú son dos saladillenses a los que les va bastante bien en Capital Federal, ambos trabajan en medios de comunicación importantes. Su presente y su futuro parecen estar lejos de su ciudad natal, pero esa costumbre de volver siempre a los orígenes los lleva a regresar cada fin de semana para encontrarse con sus vecinos y dedicarse a un hobbie poco común.
Desde 1999 llevan adelante la producción de películas en que las estrellas son sus propios vecinos. Grandes y chicos le ponen el rostro a los personajes de historias que ellos mismos escriben, dirigen y editan y que luego son proyectadas en el Cine Marconi de Saladillo.
En esa misma ciudad, ultimando los detalles del 4º Festival Nacional de Cine con Vecinos que se desarrollará entre el 4 y el 8 de diciembre próximo, Fabio hace un repaso por los orígenes, el presente y el futuro de una experiencia que no duda en calificar de “eterna”.
“Quien abrió el surco fue Julio, quien a los 19 años, con el mismo bajo presupuesto y con la participación de vecinos empezó a hacer telenovelas, un rubro bastante difícil por la continuidad narrativa que requiere. Yo me sumé cinco años después, con el circo ya armado, y para hace películas, que era lo mismo, pero con un formato narrativo diferente”.

¿Qué sensaciones les produce participar de esta experiencia?

La alegría de los protagonistas y sus familiares por verse en la pantalla grande es el premio a lo que hacemos, es casi la única paga. Ahora se sumaron algunas más, que tiene que ver con la participación de festivales en el exterior.
Cuando estamos filmando alguna película ya nos preguntan a dónde pensamos ir a presentarla. Son nuevas condiciones, que no estaban pensadas en los orígenes del proyecto. Nosotros pensábamos hacer la película, proyectarla en el Cine Marconi y terminar el ciclo con una presentación en el canal local. Ahora en cada película que hacemos, implícitamente pensamos adonde va a ir, y eso es importante para el crecimiento.

¿Cómo ha evolucionado la experiencia desde el primer año hasta hoy?
En la cuestión formal del rodaje ha crecido muchísimo. Porque la mayoría de los vecinos tienen ahora una conciencia de los tiempos de filmación, de aprovechamiento de la jornada, de trabajar con un rigor que nos permite filmar rápido y tener la película en 30 días.
Esos plazos al principio eran más dilatables. Antes era un juego neto, ahora sigue siendo un juego, pero con ciertos ribetes de profesionalismo. Y son cosas que se ganan y se pierden, tenemos ventajas y desventajas. Por ahí perdimos la inocencia de los primeros rodajes pero también sabemos que los frutos de ahora son muchísimos mejores.

¿Con qué se encuentran cada vez que vuelven a Saladillo?

Con Julio estamos de lunes a viernes en Buenos Aires, y cuando volvemos nos encontramos trabajando con los amigos de la infancia. Esa es una relación difícil de describir, peor es única, porque no es lo mismo que estar filmando en Buenos Aires con actores, donde la situación pasa por otro lado. Esto para nosotros es eterno, no vemos por qué dejar de hacerlo.

Una extensa filmografía

Desde 1999 los vecinos de Saladillo filmaron 18 largometrajes, un promedio de dos por año. Al principio se proyectaban sólo en el cine local, pero con el correr de los años, y gracias a la difusión internacional que tuvo esta idea, muchas películas participaron como invitadas en importantes festivales de todo el mundo.
Algunos de sus títulos se exhibieron en los festivales de Toulouse; París (en la Semana de Cine Argentino); Mar del Plata Internacional; Piriápolis (Uruguay); Santa Cruz de la Sierra (Bolivia); Mar del Plata Independiente (Marfici); y Cuba (Festival Internacional de "Cine Pobre”), entre otros.

¿Qué premios han recibido en estos festivales?

En realidad, premios no recibimos porque nuestras producciones siempre van colgadas de secciones paralelas o de alguna muestra particular. No están a la altura de competir con una película de fílmico, entonces no participan de premios. Para nosotros la citación ya es un premio. De hecho, un día después del Festival en Saladillo viajamos a Ecuador, donde nos invitaron a mostrar tres películas y a dar una clínica donde vamos a explicar cómo desarrollar películas de bajo presupuesto.
Ese es el chiste de todo este proceso: la difusión en los medios internacionales de nuestro trabajo va generando un efecto de contagio. Y en todos lados se está viendo que con una cámara simple se puede filmar una película.

Ustedes han logrado algo muy difícil: construir colectivamente un proyecto que incluya a todos los vecinos en un proyecto propio…

Este año le pusimos al festival un lema: “la diversidad cultural de un cine propio”, y esa es una frase muy linda que muchas veces se declama y se estudia en las universidades, pero que es muy difícil llevarla a la práctica y sostenerla en el tiempo. Y en Saladillo hace diez años que venimos haciendo esto.

¿Qué proyectos tienen para el año que viene?

En enero tenemos que cerrar un documental que empezamos este año sobre Augusto Cicaré, un saladillense de 70 años que construye helicópteros. En febrero tenemos un rodaje en un campo sobre un guión que está escribiendo Julio y la idea es hacer en marzo o abril otra película, una comedia negra que estoy terminando de escribir.



Festival con vecinos


Como desde hace cuatro años, Saladillo se prepara para recibir a directores y vecinos de todo el país que competirán en el 4º Festival de Cine con Vecinos, otra experiencia impulsada por Fabio y Julio.
Este año participarán películas realizadas en Córdoba, Corrientes, Salta, Buenos Aires, Río Negro e incluso una cuya trama transcurre en Nueva York, lo que demuestra cómo se ha extendido el fenómeno.
Frente a este panorama, Fabio Junco reconoce que “en estos años ha crecido el festival, no solo por la organización, sino porque participan cada vez más ciudades de Argentina donde están produciendo películas en vídeo, de bajo presupuesto y en la que actúan los vecinos o los actores vocacionales, y eventualmente algún actor conocido que se aproxima al proyecto para colaborar”.

¿Qué características tendrá este festival?

Este año recibimos 43 películas de todo el país y hubo una selección en la que quedaron ocho para competir y ocho para la sección muestra.
Esta oportunidad ha sido muy interesante porque la sección Competencia va a tener un jurado muy interesante, compuesto por Leonardo Di Césare, Aníbal Di Salvo, Pablo José Meza, Lorena Muñoz, Lucía Puenzo y Fernando Spiner, que son seis realizadores argentinos reconocidos y premiados que gentilmente van a examinar estas películas y van a premiar a las mejores.

Actividades previstas

El Festival va a estar dividido en dos partes: por la mañana se brindarán charlas, seminarios y una clínica de producción a cargo de dos productores importantes, que van a explicar cómo presentarse ante el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) para pedirle un subsidio para la realización de producciones.
También va a haber charlas sobre guión, área digital y montaje a cargo de reconocidos montajistas.
Por la tarde está prevista la proyección de las 16 películas, comenzando el martes 4 de diciembre con la presentación de “El último mandado”, la última película de Junco y Midú, seguida de un homenaje a los vecinos que participaron de este proyecto. Luego se presentarán todas las películas participantes, con funciones a las 17, 19, 21 y 23 horas en el Cine Marconi.
El cierre será el sábado 8 de diciembre, con la proyección de un documental en el que se refleja la experiencia de estos diez años: se pasarán tramos de las 18 películas y entrevistas a los vecinos.

Más información en la página web www.cinedevecinos.com.ar