viernes, junio 01, 2007

Los argentinos no tenemos medidas *

La crisis desatada en torno al manejo de los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) pone en evidencia, aunque parezca mentira, otro gran vicio de nuestra nación.
Es que el ocultamiento y la falsificación de datos denunciada por los técnicos del organismo encargado de, entre otras cosas, medir el aumento de precios, tiene su correlato “casero” en todas y cada una de las actividades que a diario desarrollamos.
En ese sentido, de Pitágoras para acá, los argentinos no hemos podido reconciliarnos con la matemática, ciencia que, al parecer de muchos, no sería ya exacta, sino que estaría librada a los azares de la conveniencia y el oportunismo.
Así las cosas, este divorcio con todas las disposiciones del sistema métrico internacional se evidencia en el hecho de llevar permanentemente “números para nuestro molino”. Desde los porotos en el truco, hasta las estadísticas deportivas, permanentemente estamos forzando las cosas para trampear el resultado y conseguir así algún tipo de ventaja.
Pero los ejemplos no se agotan en estos dos, nos encontramos también con ocasiones en las que, previo descuido del rival, agrandamos la ventaja en esos eternos partidos que duran horas en los terrenos baldíos; o con los contadores “pícaros” que afinan el lápiz para evitarle a sus clientes el pago de ciertos impuestos; o los funcionarios que achican su patrimonio delegando propiedades a padres, hermanos y sobrinos.
Claro que podríamos también seguir con los números de las performances sexuales; de los cursos realizados en los curriculums, hasta llegar a la cantidad de peces capturados en un fin de semana, pero sería redundar sobre lo mismo: el gran dibujo argentino.
En fin, nuestra vida está llena de datos falsos, pergeñados por nuestra imaginación para superar al otro, para sacar alguna ventaja, por más mínima que sea. Pero no hay que confundirse, que un gobierno le mienta a la población respecto del aumento de los alimentos y servicios indispensables para vivir, no se trata de una simple avivada argentina, tan popular y aceptada por todos.
Ocultar unos datos y forzar otros para que se condigan con el discurso oficial es una traición a aquellos que confiaron en un gobierno, que le delegaron su poder ciudadano para llevar las riendas del país.
De alguna manera, las prácticas del Indec son un emergente de la supuesta “viveza criolla”, aunque más perversas y dañinas. Lo que no han advertido quienes llevan a cabo estas prácticas es que, por más que se intente, no se puede tapar el sol con una mano.
En cada bolsillo se siente el 30 por ciento de aumento de los lácteos, el 20 de las verduras, y ni hablar de la suba de la carne. Aquello que siempre nos resultó tan natural y necesario para ingresar al mundo de los “piolas”, hoy se vuelve contra nosotros de la peor manera posible.
Ahora, víctimas de aquello que siempre hemos practicado, cuando vamos al súper, o nos llegan las cuentas, advertimos que alguien se anexó, sin que lo viéramos, unos porotos de más।


* Esta nota fue publicada en la Revista Clip, el sábado 12 de Mayo pasado