martes, mayo 13, 2008

El respeto empieza por casa

Se ha hablado mucho en los últimos meses sobre el respeto a la investidura presidencial. Si bien para nosotros es algo abstracto y lejano, y puede sonarnos a sanata, esta teoría tiene su sustento filosófico político en la idea de que la figura presidencial representa a todos los ciudadanos, y que por ende, no respetarla significaría insultar a la población en general.
Esta idea, demasiado abstracta y anquilosada, sigue teniendo validez en tanto nuestro sistema electoral determine los mecanismos de elección actuales.
Ahora bien, el sentido común nos dice que nadie puede exigir respeto para sí, si primero no lo tiene consigo mismo y con los demás. Y he aquí el laberinto en el que ha entrado la presidenta Kirchner.
Debilitada por la inflación y el conflicto con el sector agropecuario, fue tapada cada vez más por la sombra de su marido, el ex presidente en funciones –como señala Nelson Castro-, Néstor Kirchner, quien poco a poco fue comiéndose la escena política, transformándose, una vez más, en el centro de atención del poder.
La investidura presidencial es agredida constantemente por el marido de la presidenta, quien ha interferido casi a diario, poniéndole palos en la rueda a las negociaciones con el agro, provocando una nueva oleada de paros que tanto mal le hacen a la sociedad.
La discusión respecto de la justicia o no del paro va por otro carril, pero que la persona que nos representa a todos no haya hecho ni el más mínimo esfuerzo para evitarlo es altamente reprochable, ya que es ella quien ostenta una responsabilidad institucional.
Reprochable es también que se haya puesto a la altura de uno de los tantos ruralistas que se encuentran en la ruta, y haya dedicado un discurso para responderle, asegurando que ella “tiene aguante”, como si se tratara de ver quién es el más guapo de la cuadra.
Cristina Kirchner y su marido nunca estuvieron a la altura de esa “investidura presidencial” para la que reclaman respeto, empezando por el hecho de que infinidad de veces se usó esa “investidura” para realizar actos proselitistas como el de Chivilcoy, con excusa de inaugurar la planta de Paquetá.
Tampoco se gana el respeto a la investidura yendo a inaugurar el Museo del Hielo al Calafate el mismo día en que culminaba la tregua de las entidades del campo, en un gesto de frivolidad y estupidez que hizo que hoy tengamos nuevamente a los productores en la ruta.
El respeto empieza por casa, si la investidura presidencial es usada meramente como un escudo protector para evadir críticas, pero a su vez es pisoteada a diario desde el interior del poder, no se puede esperar otra cosa que desprecio.
Y esto es más grave aún, porque quien dentro del poder no respeta es investidura, no le hace un mal sólo a la presidenta, sino a todos y cada uno de los ciudadanos.
A veces pienso que cuando Cristina reprocha a aquellos que no la respetan y carga contra el machismo de la sociedad, le está enviando un mensaje a su propio marido. Es que ella misma ha caído en esa lógica y se ha dejado disminuir por Néstor K, como presidenta y como mujer.
Y dejarse avasallar de esa manera equivale a entrar en una dinámica peligrosa, pues poco a poco se irá generando una sensación de acefalía que, como ya conocemos, puede terminar de la peor manera.
En países como el nuestro, tan acostumbrados a tener líderes fuertes, que demuestren firmeza –cuidado, no señalo esto como una virtud- semejante muestra de debilidad mella la confianza de la ciudadanía. La presidenta está iniciando ese camino.
Esto, sumado a una oposición sumamente débil e inútil y a la falta total de alternativas, puede provocar un cóctel explosivo.
Por eso, sería recomendable que los doctores Kirchner comiencen a tratar sus problemas domésticos en la residencia de Olivos –quizás les vendría bien una terapia de pareja- y dejen para la Rosada la conducción de los destinos del país. Sería saludable, entonces, que Cristina mande a Néstor a lavar los platos y cuidar a los hijos y tome en serio, de una vez, la responsabilidad que le otorga su investidura.

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