jueves, abril 03, 2008

Memoria, Justicia y Verdad

Cada vez que llega esta fecha no queda otra que ponerse a reflexionar sobre todo lo sucedido, y si uno no tiene las fibras emocionales trastocadas, una corriente de bronca e indignación le asciende lentamente, haciendo efervescencia en la garganta y materializándose en un grito lleno de impotencia.
Y no es para menos, pues el 24 de marzo de 1976 se produjo en nuestro país el mayor saqueo jamás visto. Saqueo de vidas; saqueo de dignidad; saqueo de riquezas; saqueo de sueños…
Un grupúsculo de militares, apoyados por un no más grande grupo de empresarios, políticos y miserables sin más nada que hacer, decidieron que a partir de ese día iban a regir los destinos de todos, aunque nadie se los hubiera pedido.
Seguramente la arista más desgraciadamente conocida de este “Proceso de (des)Organización Nacional” ha sido el atroz genocidio operado sobre 30 mil personas, sin contar los también miles de torturados o “muertos en combate”, de cuyos paraderos jamás tuvimos noticias.
Pero también hubo otra cara de esta dictadura, que quizás sea más perdurable en el tiempo y nos afecta a todos hasta el día de hoy: el otro genocidio, también brutal y depravado, el económico.
Uno de los objetivos principales de esta otra faceta dictatorial, liderada en este caso por Martínez de Hoz, fue el revertir la situación económica del país, en el que existía sólo un 4 por ciento de desocupación y el sector obrero tenía, por única vez en la historia, mayor participación en el PBI que los dueños de los medios de producción.
Este reparto “desigual”, era un inconveniente para los empresarios más poderosos. Martínez de Hoz así lo entendió y actuó en consecuencia, desmoronando la economía argentina, regalando las empresas estatales, creando un paraíso para los especuladores y virtualmente “echando” a los empresarios emprendedores.
Estos sinvergüenzas son los mismos que iban todos los domingos a misa, ayudados por la complicidad de muchos obispos y curas (por suerte para la Iglesia, hubo algunos Angelelis y Mugicas que salvaron parte de su imagen) y que luego de los indultos pasearon su impertinencia por todos lados –en los 80 se podían ver fotos de Astiz bailando en “Gente”-.
Pero si esto fue así, si estos asesinos siguieron su vida como si nada hubieran hecho, es porque fallamos como sociedad. Porque no supimos, quizás invadidos por el miedo que nos acostumbraron a tener, responder en época de democracia, porque nos quedamos de brazos cruzados cuando se firmaron los indultos y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, porque adoptamos el “por algo será” como la más cómoda manera de explicar lo sucedido.
Los militares triunfaron en sus objetivos, toda vez que hoy persiste el sistema económico por ellos impulsado. Pero lo que constituyó su mayor victoria ideológica fue el desmembramiento y la atomización de un pueblo solidario, que tras el 76 se convirtió en una masa heterogénea, egoísta e individualista.
La responsabilidad de derrotar por completo y en todos sus aspectos a la dictadura es nuestra. Depende de nuestra voluntad, de nuestras ganas de honrar la sangre derramada en el pasado, para que el esfuerzo de todos los que lucharon y perecieron en esa época no haya sido en vano.
Y mañana, cuando se cumplan 32 años del día en que Videla y otros asesinos sanguinarios usurparan el poder, dediquémosle un pensamiento a esas 30 mil almas que fueron devoradas por el aparato militar –aprovechemos el “feriado”- y prometamos que nunca olvidaremos lo sucedido, para que la reconciliación llegue el día que haya justicia.

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