jueves, abril 03, 2008

Braden o Perón. El Campo o Kirchner

Hablar sobre el paro del campo es, hoy por hoy, muy riesgoso. Sobre todo porque los actores en pugna “embarraron” tanto la cancha que la mala utilización de un adjetivo o la fatídica inclusión de un verbo puede hacer quedar a uno como un “gorila golpista de la aristocracia”.
Es que el gobierno ha apostado a la demonización extrema de su rival en este conflicto –los productores- que todo se ha transformado en un juego de blancos y negros en el que los grises no tienen cabida.
Por fanatismo o viveza, los representantes gubernamentales enredan la posición de los productores y la mezclan con la de sectores golpistas o con la vieja aristocracia terrateniente de principios de siglo XX para confundir a aquellos que se identifican con el arco “progresista” y simpatizan (o quieren hacerlo) con el campo.
Esta maniobra sólo busca desinformar y confundir a la gente y, como ya se hizo con otros temas, desviar el verdadero punto de la discusión.
Es por ello que antes de seguir quiero sintetizar mi pensamiento en una sola frase: ni los productores se van a morir de hambre por el actual sistema de retenciones, ni el gobierno va a ser volteado por un grupo de vecinos autoconvocados de Capital Federal, mal que a D’Elía le pese.
La simplificación manifestada por ambas partes, que rápidamente encasillan unas y otras opiniones como “pro” o “contra” de, deja a gran parte de la sociedad excluída de la discusión, mirando como dos sectores de poder se pelean por algo que, directamente, no los va a beneficiar ni perjudicar.
Lo cierto es que la verdadera discusión sigue siendo ocultada: ¿se trata realmente de frenar el enriquecimiento de un sector? ¿La política de retenciones tiene verdaderamente un signo “redistributivo? ¿Se frena con ella la “sojización de los campos? No, no y no.
Si las retenciones tuvieran otro fin que no sea el recaudatorio, habría cosas que deberían cambiar. Si analizamos finamente el discurso de la presidenta, el jueves reconoció que, para beneficiar al campo que tanto critica, está perjudicando a miles de argentinos.
Es fácil, Cristina K aseguró que el tipo de cambio que alienta las exportaciones es sostenido por nuestro esfuerzo. ¿Por qué, entonces, no baja el precio del dólar, permitiendo un aumento del salario real y una baja de los precios y quita las retenciones? Sencillo, se pierde mucho dinero para la “caja”, dinero no coparticipable, por cierto.
La redistribución de la riqueza, como señaló la presidenta, no se resuelve con discursos. Sería hora, entonces, que empiece a cambiarla realmente, con una reforma impositiva seria, y no con el reparto de migajas y planes sociales que puedan surgir del dinero de las retenciones, si realmente le interesa modificar este sistema.
Hasta ahora, la manera más fácil que adoptó el Gobierno para controlar la redistribución de la riqueza y evitar el aumento de pobres es apretar a los técnicos del INDEC para que “afinen” un poco el lápiz respecto de los índices de inflación, pero no más.
Pero claro, con un pensamiento que roza con lo obtuso, la presidenta y sus funcionarios apilan los argumentos en su contra en el rincón que corresponde al pensamiento “gorila”, lugar al que mandaron también a los productores y a los nuevos caceroleros.
La presidenta se preguntó por qué había un cartel que reivindicaba a Videla. La respuesta es sencilla: señora Kirchner, pelotudos hay en todas partes –a su lado también, no lo dude- y sería injusto aplicar esa categoría a todos los que esta semana reclamaron legítimamente por las calles.
Con ese mismo razonamiento, qué deberíamos pensar de usted cuando permitió que Luis D’Elía, quien ese mismo día aseguró que “mataría a todos” los manifestantes, compartiera el jueves el escenario con todos los funcionarios. O de Florencio Randazzo, quien lo reivindicó por considerarlo “un dirigente social” y minimizar su violenta incursión en Plaza de Mayo porque “no pasó nada”.
La utilización de una fuerza de choque para frenar una protesta que, nos guste o no es un derecho, es reprobable. Y proviene de la soberbia de suponer que la verdad y la representatividad de los sectores progresistas están sólo de su lado, y todo lo demás es reaccionario y antipopular.
Las protestas de esta semana no fueron sólo por el campo; fue el INDEC, la inflación oculta, los magros aumentos de salarios, la identificación de la soberbia en el poder… Cuando se trata de tapar una olla, la presión sale por otro lado.
Por último, cabría pedirle a los sectores en pugna que dejen de jugar a la “guerra civil”. Sería muy sano no caer en la estupidez de presentar esto como una nueva década del 70, no nos creamos que es lo mismo. Por suerte la consigna “Braden o Perón” desapareció hace mucho tiempo del mapa político. Por suerte, los gorilas están en los zoológicos, y los cabecitas negras, en los libros de historia.

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