miércoles, febrero 27, 2008

La copa que no se derrama, el vaso que sí

La teoría de la copa que se derrama es una idea vieja, viejísima. Ya la decía un ministro de Economía que nadie quiso, acompañado de un presidente que ninguno de nosotros votó.
Hoy se podría pensar que esa teoría quedó relegada, que transitamos por el camino de la inclusión y la igualdad… pero lo cierto es que todavía la copa no se derramo, y el líquido de la abundancia no cayó en ningún vaso humilde.
¿O será que los sectores a los que les es dado poseer esa primer copa tienen, en realidad, una gran jarra, que absorbe todo lo que cae en ella sin dejar escapar más que míseras gotitas, incapaces de llenar ni un solo vaso?
En los ’90, se entregó a sectores especulativos gran parte de la renta nacional so pretexto de que la abundancia de ellos redundaría en la del resto de la población.
Actualmente, comas más, comas menos, se plantea lo mismo. Y las acciones del gobierno así lo demuestran.
Sin ir muy lejos, la semana pasada la presidenta firmó un decreto para extender por siete años más la eliminación del impuesto interno a los productores de champagne. Así que si usted es un bon vivant, aproveche, porque mientras los alimentos de primera necesidad suben y suben, gravados con el 21 por ciento del IVA, a la bebida espumante le bajamos los costos, para que ningún argentino se prive del placer de los dioses.
Esta medida no hace más que reforzar el ya de por sí injusto sistema tributario regresivo instalado en Argentina desde la última dictadura militar, sistema que mantiene las desigualdades y aumenta aún más la brecha entre ricos y pobres, al cargar con el mismo peso impositivo alimentos de primera necesidad con productos de lujo, castigando a los que menos tienen.
Y así, con ejemplos como estos, es que desde hace más de cinco años, grandes capitales se están acumulando en (pocas) manos de sectores financieros y productivos que, para mejor, son amigos del poder: el grupo Eskenazi, amigo del matrimonio K, adquirió un porcentaje de YPF y lo que se presenta como el retorno de lo nacional, no es más que el ingreso en el negocio petrolero de un grupo altamente especulativo, alentado desde el poder para “jugar a la ruleta” con las acciones petroleras.
Son estos sectores, los dueños de la “gran jarra”, los que acaparan los beneficios económicos que el ministro de Economía presenta mes a mes como un gran logro y como signo de recuperación integral de todos los argentinos.
Por su parte, el argentino medio se encontró, en estos “cinco años de crecimiento ininterrumpido”, participando de una frenética carrera por lograr que sus sueldos suban a la par de los aumentos inflacionarios, y nada más.
Los promisorios acuerdos del 19,5 por ciento apenas llegan a rasguñar los verdaderos niveles de inflación del 20 o 25 por ciento, según las estimaciones privadas.
Y hablo de estimaciones privadas porque considero que a esta altura sería estúpido de mi parte referenciar los impresentables números del INDEC, formados bajo la misma lógica de ocultamiento de la información que usaron los países totalitarios en épocas de guerra para no alarmar a la población, y mostrar gestiones exitosas allí donde no las había.
Así, la copa seguirá sin derramarse, aunque el vaso se rebalse poco a poco, y no precisamente del líquido de la abundancia.

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