martes, octubre 23, 2007

Comparaciones sobre conspiraciones

Siguiendo con el tema de la "necrofagia" de nuestros dirigentes políticos, vale la pena hacer una referencia a una nota de Carlos Pagni publicada ayer en el diario "La Nación", en la que compara las declaraciones de los principales hombres del gobierno sobre el asesinato de los tres policías en La Plata con la desafortunada intervención del ex jefe de Gobierno español, José María Aznar, tras los atentados de Atocha, mejor conocidos como el 11M.
En ese momento Aznar responsabilizó a la organización vasca ETA como la responsable de los ataques, como una manera de desviar la atención de los verdaderos culpables: AL Qaeda. ¿Por qué habría querido ocultar esto el español? Fácil, faltaba muy poco para las elecciones y Aznar sufría mucho en las encuestas por la participación de España en la invasión a Irak. Un hecho de esas características, en la que indirectamente era responsable, lo hundiría definitivamente, y lo hizo.
Aquí, nuestra versión vernácula de Aznar han sido el presidente Kirchner y el ministro de Gobierno bonaerense Randazzo, quienes de igual forma intentaron correr el foco de atención de su ineptitud para controlar una fuerza mafiosa como la policía bonaerense hacia la hipótesis de un ataque al gobierno, versión que, como todas las escuchadas de la boca del presidente, los victimiza.
Presentamos, entonces, el artículo mencionado:

Como Aznar con Atocha

Por Carlos Pagni

Los investigadores están dilucidando el tenebroso asesinato de tres policías, ocurrido el viernes, en La Plata. Aquel día, Néstor Kirchner esbozó una definición: "No es casualidad que ocurra a días de las elecciones". El ministro de Gobierno bonaerense, Florencio Randazzo, coloreó después esa hipótesis diciendo que "fue un crimen mafioso político" vinculado a "sectores de la policía corrupta que fue exonerada". Felipe Solá adhirió, admitiendo que carecía de información. En las últimas horas se afirma la teoría de una venganza producida por un demente. La historia comenzó a tener ideas distintas de las de Kirchner, Randazzo y Solá. Ya le ocurrió a José María Aznar con el atentado de Atocha. Las comparaciones son odiosas.

Randazzo es hoy el principal gerente de la Casa Rosada en la provincia. Su interpretación inducía a creer que aquel crimen era la consecuencia aborrecible de una política deseable: la purificación de la policía provincial de la que se ufana el ministro Carlos Arslanian. La saña contra esos pobres custodios expresaría la resistencia de esos enemigos ocultos a los que Cristina Kirchner les habló desde La Rioja: "No nos vencieron, no nos van a vencer".

Nada contra la honestidad intelectual de esta construcción. Aunque es cierto que la campaña del oficialismo necesitaba aislar el asesinato del angustiante clima de inseguridad en que viven los bonaerenses. Un crimen como el que aquella tesis describía podía ser la paradójica señal de éxito de lo que la ciudadanía observa como un estrepitoso fracaso: el de la dirigencia política para combatir la delincuencia. Según el estudio de Poliarquía que publicó ayer LA NACION, entre septiembre y octubre la sensación de desamparo creció 12,1 por ciento.

En el atolondramiento de los Kirchner, Solá y Randazzo, afloró el supuesto central de su concepción sobre la inseguridad: el factor más perturbador es el instrumento para intervenir sobre el fenómeno, es decir, la policía. Este discurso reduce los fines a los medios, al agotar la estrategia contra el delito en una operación de reforma institucional. La esposa de Kirchner expresó este punto de vista cuando dijo que el asesinato de los policías es la manifestación de "una Argentina negra que por momentos parece querer emerger".

Esta perspectiva se desentiende del que, acaso, sea el problema más importante del país en las últimas décadas: la desorganización social de un conurbano que encontró su decadencia antes de conocer el apogeo. Esta región, como otras similares del planeta, desborda por su dimensión las instituciones que se ha dado la sociedad moderna para administrarse.

Produce en gran escala adultos desocupados, trabajadores prematuros, jóvenes estragados por el alcohol, y se resigna a un protagonista nuevo, la droga, que genera a la vez otro tipo de delincuente. Junto a estos personajes trágicos, una clase media aterrorizada se encierra en countries y barrios privados, penitenciarías de lujo en las que se ingresa mostrando el documento varias veces. Es ésta la Argentina negra. No quiere emerger. Está a la vista. Pero fuera de discusión. Imposible de ser pensada.

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