martes, abril 28, 2009

Ángel (o cómo una Ley no va a cambiar nada)

Ángel tiene el pelo cortito y una sonrisa enorme. En su rostro se refleja todavía la inocencia de su niñez, aún no se ha filtrado en él la dureza de la calle ni los golpes de su corta vida de ocho años.
A pesar de todo sonríe, y su sonrisa es auténtica. Todavía no fue borrada por la pobreza, por su madre con seis hijos que apenas puede mantener y por la miseria que ve a su alrededor, en Florencio Varela, tierra de uno de los más entusiastas mentores de las candidaturas testimoniales: Julio Pereyra.
La foto que veo ahora de Ángel está pegada en una pared, en un papel con sus datos. Se fugó hace 11 días en Constitución, cuando su mamá lo había ido a buscar a Capital Federal tras otro de sus escapes.
Quienes lo conocen ya le enumeran 7 huidas, pero están preocupados porque nunca se había ido por tanto tiempo, y sospechan lo peor: creen que pudo haber entrado en el paco y que se sumó a una bandita de chicos “de la calle”. En los primeros días, ni la Policía Federal ni la bonaerense, en Varela, le tomaron la denuncia a su madre por “problemas de jurisdicciones”, y no se preocuparon por la suerte de Ángel. Sólo actuaron cuando intervino un centro comunitario de la zona.
A los medios tampoco les interesa la historia, supongo porque no se trata de un chico de clase media que pudo ser víctima de un secuestro, sino de un “drogadicto” que se fue a robar para poder conseguir paco. Y eso no vende.
En el centro comunitario a donde iba “a jugar” –porque los chicos como él también juegan, tienen efectivamente una infancia- dicen que Ángel tiene “la cancha de la calle, pero no se las sabe todas”. Es que él, como sus hermanos y vecinos, debía salir todos los días a vender cosas en los trenes para mantenerse.
Pero ahora Ángel no debería preocuparse más, porque hay un montón de gente trabajando por él en el Congreso, creando una ley que lo va a proteger y seguramente, sacar de la miseria: el Fuero Penal Juvenil, eufemismo utilizado por el kirchnerismo para apoyar la baja en la edad de imputabilidad que hace seis meses atrás rechazaba, y ahora abraza porque sabe muy bien que eso arrastra votos de “gente bien”.
El gobernador bonaerense, Daniel Scioli, sabe muy de eso, ya que basa su éxito en las encuestas en un discurso de derecha que avanza hacia la “mano dura”. Carlos ya olfateó eso y, ni lerdo ni perezoso, pidió que se baje la edad de imputabilidad reprochándole al Congreso no haber tratado un tema que él mismo viene trabando desde hace algunos años.
Pero, ¿de qué sirve en estas circunstancias bajar la edad de imputabilidad? ¿Ayudará a reducir la miseria de todos estos chicos que, como Ángel, viven en la calle? ¿Servirá esta medida si el Estado sigue ausente en los sectores sociales más vulnerables? Parece ser que a la propaganda política que hace Scioli del tema seguridad eso no le importa: basta con mostrarse preocupado y compungido cuando ocurre un crimen, o hablar del “flagelo del paco”.
Se propone bajar la edad de imputabilidad, pero no se piensa en invertir los millones que hacen falta para crear lugares seguros para alojar a esos chicos; se propone encarcelar y enjuiciar a chicos a partir de los 14 años, pero en ningún momento se habló de sacar de la miseria a los miles que hoy nacen en la más absoluta pobreza; dicen que la Ley servirá para “proteger” a los menores, pero la Policía tarda 5 días en tomar la denuncia por un chico perdido; dicen que atacan el flagelo del paco, pero el Estado provincial no dispone de centros de recuperación para chicos de ¡8 años! que ya consumen asiduamente la droga –los centros están preparados para tratar a preadolescentes-.
El cinismo con el que el Gobierno y los medios tratan el problema de la inseguridad es vomitivo, unos aportando soluciones mágicas, otros desviando todas las miradas hacia las consecuencias del problema, y no sobre las causas.
Mientras tanto, Ángel quizás ande caminando por Constitución, “paqueado” y robando para poder conseguir la droga. Quizás en poco tiempo consiga un arma, y en algunos años volvamos a ver su foto, esta vez en algún diario, ya no con la sonrisa y la inocencia de un niño. Tal vez esa foto sea la de Ángel, por ahí la de algún otro chico como él, pero a quién le importa...

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