sábado, julio 12, 2008

Los palos siguen siendo para los pobres

Los hechos ocurridos el lunes pasado en Plaza de Mayo demostraron algo que ya se sabía: a pesar de todo lo que se pudo haber dicho del conflicto con el campo, de la pseudo represión “sufrida” por el mediático De Angeli –como si las personas que aparecen en TV no puedan ser encarcelados-, de la democrática desición del Gobierno de no impedir la instalación de carpas de ningún color en la Plaza de los Dos Congresos, frente a las actitudes fascistas de Macri, los pobres fueron nuevamente víctima de la represión estatal cuando intentaban instalar unas carpas frente a la Casa Rosada.
Y cuando digo REPRESIÓN ESTATAL no me refiero a invitar a un manifestante a retirarse de la ruta en tres ocasiones, o a retenerlo por dos horas en una comisaría para luego hacerlo volver al mismo lugar. Hablo de represión en serio: palos, gases, balas de goma y todo el souvenir policial que a usted se le ocurra.
Un grupo de militantes que deseaban manifestar su desacuerdo con los dos sectores de poder en pugna en el conflicto agrario, plantando sus carpas en Plaza de Mayo fue reprimido para impedir que cumpliera su objetivo. Si bien es repudiable la actitud de los manifestantes –tenían bombas molotov- tampoco es justo que un Estado que debe cuidar los intereses de todos sólo guarde los palos para aquellos que menos tienen. O bien, para quienes no tienen “publicidad mediática” para resguardar su integridad física.
Pero tampoco quiero dejar pasar de largo el hecho de las carpas. El campamento de los pobres estaba conformado por humildes carpas de lona, desgastadas por el tiempo.
En cambio, las carpas del Congreso, sin discriminar el color de las mismas, eran de un lujo obsceno: pisos flotantes, calefacción, “oficinas” privadas, ricas comidas, etc. Demasiado pretensioso para dos grupos que dicen, de una u otra forma, representar los intereses de los pobres. Y demasiado insultante para los piqueteros no oficiales ni chacareros que se iban a bancar el frío a Plaza de Mayo. O a los trabajadores de la textil Maffissa, quienes desde hace más de tres meses acampan frente a la gobernación bonaerense sin que Scioli se dé por enterado de su reclamo. O también para los ex combatientes de Malvinas, que se plantaron más de 200 días en la misma Plaza San Martín de La Plata en reclamo de sus pensiones, pero se fueron luego de que Felipe Solá volviera a hacerse el boludo.
Para ellos, palos. Para los otros, todo tipo de tolerancias, deferencias y “por favor”.
Es una vergüenza que todavía se den este tipo de atropellos a los derechos individuales, sobre todo en aquellos sectores de la población que menos posibilidades tienen de defenderse.
Esto demuestra que, a pesar de los encendidos discursos de uno u otro lado, los pobres verdaderamente no están en la agenda social, aunque lo siguen estando en la policial. Y nos da un llamado de alerta a dejarnos de joder con el campo y empezar a prestarle más atención a los sectores más postergados. Pero no desde un discurso en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
Por otra parte, también es interesante mirar el papel de los medios de comunicación: de la “represión” sufrida por Alfredo De Angeli, pasaron a los “enfrentamientos” entre policías y piqueteros.
Este trastocamiento de los términos hace aún más obscena la diferencia entre uno u otro sector, y reafirma la teoría de que, sin propaganda mediática, nadie está a salvo de los palos. Está claro que en nuestra sociedad frívola es mucho más conmovedor ver a De Angeli siendo llevado con extrema delicadeza a un camión de Gendarmería, que a una mujer siendo salvajemente golpeada por un policía federal.
En fin, como siempre, los palos son para los pobres y las vaquitas, son ajenas.

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