jueves, febrero 21, 2008

En el mismo lodo


¿Cuánto tiempo pasó desde las últimas elecciones? Cuatro, dos, un año. Nada de eso, sólo 112 días. Sí, nada más que ciento doce días, dos mil quinientas veinte horas, ciento cincuenta y un mil doscientos minutos.
Ese tiempo nada más le alcanzó al ex candidato presidencial Roberto Lavagna y al ex presidente Néstor Kirchner para darse cuenta que estaban equivocados, que ese odio mutuo que parecía alejarlos definitivamente uno del otro luego de compartir más de tres años de gestión era absurdo.
Al margen de las auspiciosas lecturas políticas que realizaron los dirigentes peronistas, se podría afirmar sin ruborizarse que lo sucedido es una terrible estafa al electorado y una de las mayores vergüenzas protagonizadas en tiempos de democracia.
¡Hasta el propio ‘Borocotó’ se sonrojaría ante semejante desvergüenza!
Si nos alejamos un poco de la lectura que aplaude la “avivada” política, podríamos ver que, en términos electorales, Lavagna fue apoyado por el 16 por ciento del electorado, es decir, que más de tres millones de personas confiaron en él, creyeron que su presidencia sería más positiva para la nación que la continuidad del proyecto de país de Kirchner.
Si bien la política no es un juego de suma cero, se puede inferir tranquilamente que el votante de Lavagna estaba en desacuerdo con las políticas kirchneristas, y por eso lo eligió como opción.
Ahora bien, me pregunto cómo se habrán sentido aquellos electores que depositaron su confianza en el ex ministro de Economía para dirigir (la palabra esta siempre queda muy bien) al país.
¿Lo hubieran votado de todos modos si sabían que en poco tiempo Lavagna iba a actuar de esa manera? Seguramente no.
Es que hace sólo unos meses, el propio ex ministro había dicho del matrimonio K que "un día dicen que son el cambio y otro día la continuidad. Parecen una veleta, no se sabe lo que son".
Y el patagónico no se quedó atrás. En cada acto al que asistía todavía como presidente aprovechaba para criticar (muchas veces sin nombrarlo) a su ex ministro.
Claro que ya esa relación era incoherente: ¿cómo Lavagna podía criticar a un gobierno que integró por más de tres años? O, si se prefiere, ¿cómo hacía Kirchner para hablar mal de las políticas económicas de una persona a la que sostuvo más de tres años en su cargo?
Pero las incoherencias no se terminaron ahí, y el colmo de los colmos fue sellado con el vergonzoso “Pacto de Olivos 2”, frutilla de un postre más que amargo para la democracia argentina.
Ahora bien, por si faltara poco, como si la gran tomada de pelo no hubiera alcanzado, el jueves Lavagna expresó, como si nada, que “el que me votó como oposición no escuchó lo que yo decía. Cuando me hablaban de oposición yo decía que era una alternativa. Si alguien se confundió, lo siento mucho”.
Todas estas incoherencias y estupideces no hacen más que confirmar que el sistema político de nuestro país está totalmente desorganizado, que los dirigentes no están a la altura de las necesidades de la sociedad, y que a la mayoría les importa un carajo los intereses de sus votantes.
Claro que en Chivilcoy tenemos ejemplos vernáculos: Aníbal Pitelli, primer candidato a concejal por el FpV, nunca asumió su banca, ya que optó por ocupar un cargo en el ministerio del Interior nacional.
Suponiendo que al votante no le da lo mismo una persona u otra, y al margen de que las boletas de intendente y concejales vayan juntas -punto en contra para la "reforma política"-, esto también podría considerarse una burla, un engaño al votante y una estafa electoral.
Pero como todo es igual, como todos están en el mismo lodo, a nadie le va a importar.
Si total, el que no llora no mama, y los giles, los giles somos nosotros.

No hay comentarios.: