lunes, diciembre 10, 2007

Randazzo tiene razón

“Las grandes transformaciones no se hacen con proyectos personales”. Esta frase pertenece al futuro ministro del Interior de la Nación, Florencio Randazzo. Estoy de acuerdo con ella, pero… hay algo que no entiendo.
¿No es justamente el gobierno que a partir de mañana va a integrar uno de los más personalistas de los últimos años?
Con una sucesión de marido a mujer, el control de las cámaras legislativas, el poder de sancionar a los jueces “poco amigos”, un jefe de Gabinete que tiene la potestad de manejar inmensas sumas de dinero sin rendirle cuentas a nadie y la prolongación sin límite de tiempo de la emergencia económica, el poder de representación de la república se encuentra cada vez más concentrado en muy pocas manos.
Es por eso que no entiendo la frase de Randazzo. O bien es una crítica rotunda al gobierno que integrará, o nos está augurando un futuro pésimo, sin grandes transformaciones a causa de los proyectos personalísimos de quienes ostentan hoy por hoy el poder.
El miércoles Randazzo dijo que “las grandes transformaciones no se hacen con proyectos personales que, de hecho los hay, y no está mal, pero los proyectos personales persiguen logros personales”. No sé que entenderá el ministro por proyecto personal, pero me parece que por lo visto en este gobierno y suponiendo que el que vendrá no modificará mucho las actitudes, “el culto a la personalidad” es un elemento fundamental para lograr algo en materia política.
No se puede ser intendente y estar en desacuerdo con el gobierno si es que se quiere contar con recursos para realizar obras que redundarían en beneficio de toda la comunidad; no se puede ser funcionario y opinar “sin autorización de la Casa Rosada” (a menos que quiera uno que lo expulsen en el acto); no se puede dejar de mencionar en ningún discurso los beneficios que el matrimonio ha traído a la patria.
Y guarda con no movilizar una buena cantidad de gente a los actos presidenciales, cuidado con no corresponder los “favores” presidenciales con cánticos, banderas y pancartas, en la vida hay que ser agradecido.
Randazzo tiene razón: nunca los proyectos personales son beneficiosos para el país. Como dice Osvaldo Bayer, nadie es imprescindible si tenemos en cuenta que los verdaderos “dueños” del poder somos nosotros mismos, aunque parece que los políticos que se presentan en grandes carteles como los salvadores de la patria no lo entienden de esa manera.
El poder que un presidente tiene es el que nosotros le delegamos, lo hayamos votado o no. El poder personal que se arroga, la facultad inconstitucional de auto-otorgarse manejos de dinero a espaldas del control público, son deformaciones de ese poder, una transmutación del sistema representativo y una violación a las reglas republicanas más elementales.
Ninguna gran transformación se puede llevar adelante sobre bases tan poco sólidas. El paso de una persona por el poder es temporal, dura muy poco comparado con la vida institucional de un país. Pensar que un solo individuo puede solucionar todo es suicida.
Sin el sustento de una construcción comunitaria sólida (ojo, no confundamos esto con un resultado electoral ni con la concurrencia masiva a un acto), en la que todos seamos partícipes y beneficiarios directos de las decisiones, ningún gobierno por más constitucional que sea, tendrá plena legitimidad ni podrá sostener el crecimiento en el tiempo.
Ojalá la frase de Randazzo no haya sido sólo un recurso retórico para embelezar oídos, ojalá le transmita esa posición tan vanguardista a la futura presidenta en la primer reunión de Gabinete de la que participe (si es que se hace alguna). Y, por sobre todas las cosas, ojalá que ella pueda escucharlo.

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