viernes, junio 22, 2007

A 9 meses: la búsqueda continúa

El martes 19 de septiembre de 2006 se logró uno de los avances más importantes en la búsqueda de justicia por la violación de los derechos humanos en Argentina: ese día un tribunal federal condenó a Miguel Etchecolatz, ex jefe de Investigaciones de la Policía Bonaerense, a reclusión perpetua por secuestro, tortura y homicidios. Este fue el primer caso luego de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y, además, tuvo como condimento el hecho de que se reconociera que Etchecolatz había actuado en el marco de un genocidio, es decir, un plan sistemático de desaparición de personas.
Todos esos logros no pudieron festejarse como era debido porque dos días antes, al momento de la lectura de los alegatos, uno de los principales testigos del juicio había desaparecido de su casa. Si bien en esos momentos el tema no tuvo mucha trascendencia, con los días se convirtió en la principal noticia: ¿Dónde está Jorge Julio López?
A 9 meses de su desaparición, dialogamos con dos personas que acompañaron a López durante todo el juicio, Guadalupe Godoy, su abogada, y Nilda Eloy, integrante de la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos y querellante junto a López en la causa Etchecolatz.

¿Cuándo conocieron a Julio?

NE: Lo conocí en 1998. Tanto él como yo nos acercamos al Juicio por la Verdad, y en ese marco declaramos por primera vez en el 1999, dado que ninguno de los dos habíamos hecho denuncia ni podido testimoniar antes. De allí seguimos trabajando en la reconstrucción de lo que fue el Centro Clandestino de Arana hasta el juicio del año pasado, en el que nos tocó ser casos contra Etchecolatz.

GD: Lo conocí un tiempo antes que empezara el juicio a Etchecolatz. Nos juntamos para que todos los que se presentaban como querellantes estuvieran al tanto de cómo íbamos a actuar en el juicio, y también para transmitirnos todas las dudas y las angustias que genera el hecho de tener que ver a quien los torturó y decidió sobre su vida y sobre su muerte.

Los días anteriores a la desaparición, ¿lo notaron nervioso?

NE: Para nada, él estaba ansioso como todos, porque ese día se hacían los alegatos, donde íbamos a pedir por primera vez una condena por genocidio. Él estaba con mucha ansiedad porque sabía que Etchecolatz iba a estar ahí. Quería mirarlo a los ojos, verlo salir esposado del tribunal. Julio no tenía miedo, y a nosotros jamás se nos pasó por la cabeza que pudiera pasar una cosa así.

GD: Jamás tuvo miedo, ninguno lo tuvo. En realidad él desaparece el día anterior a la sentencia y, en todo caso, era el día de la ansiedad por todo lo que significaban 30 años de impunidad, pero era el día previo a lo que no podía ser otra cosa que un festejo, con lo cual el miedo no estaba presente, no era parte de lo que se dimensionaba hasta ahí.


¿Cuándo se enteraron de la desaparición?

GD: Cuando llegamos a la municipalidad de La Plata (lugar donde se desarrolló el juicio). Él tenía que estar a las 9:30, porque tenía que estar presente para que pudiéramos alegar en su nombre, algo que no pudimos hacer. En la municipalidad estábamos Nilda y yo, y llegó el hijo y preguntó si habíamos visto a Julio. Ahí tuvimos toda una discusión sobre qué hacer, si suspender la audiencia o seguir, y en el momento que salíamos para ver que hacíamos, un periodista le preguntó a Adriana Clavo que pasaba, y Adriana dijo “Julio López está desaparecido”.
A partir de ese momento quisimos mantener la calma, había que alegar y nosotros éramos la única querella que pedía que a Etchecolatz se lo condene por genocidio, figura nunca usada en este tipo de casos.

¿Cuáles fueron las primeras medidas que tomaron?

GD: Mientras estábamos alegando Nilda fue con otro compañero a presentar un hábeas corpus por él, y creo que desde ese momento tuvimos la certeza de lo que pasaba, por más que durante dos días intentamos pensar que podía haber sucedido otra cosa. Creo que también fue una forma de protegernos a nosotros mismos para poder continuar y que de alguna manera el objetivo que tuvo la desaparición no se lograra.

Las lagunas de la causa

Como organismo de derechos humanos, ¿qué saben de la causa?

NE: Desde el momento que la causa pasa a la Justicia Federal, tuvimos un acceso más amplio, que no teníamos cuando estaba en el Fuero de provincia, porque directamente no la podíamos ver. En la fiscalía no estaba, la manejaba directamente la policía. En esta etapa tuvimos más acceso, pero vimos que se sigue manejando con las mismas fuerzas que deben ser investigadas.

GD: En los tres meses en los que estuvo en la justicia provincial, se ve una búsqueda en la que se respondió a cualquier tipo de llamado anónimo, a cualquiera que se acercara diciendo que sabía algo, desde mentalistas, pendulistas, cosas muy insólitas, como operativos provocados por las visiones que tuvo una mujer que de noche se transformaba en pájaro y sobrevolaba la ciudad de La Plata y veía donde estaba López.
En estos meses no se investigó a quienes desde el principio nosotros sostuvimos que eran los responsables de su secuestro: todos aquellos policías que estuvieron en los centros clandestinos y que fueron nombrados por López en sus testimonios. Al día de hoy no consta en la causa donde están viviendo y qué hacen, a pesar de que lo pedimos infinidad de veces.

A partir de la federalización de la causa, ¿notaron algún avance?

NE: Nosotros vemos que pese a todo lo que se dice, en el juzgado no hay una persona involucrada en exclusiva a una causa de esta envergadura. Esto no garantiza que se puedan leer las pruebas y mucho menos controlarlas. Además, no hay nada en la causa que pueda sostener el optimismo con el que las autoridades salen a los medios.

Frente a este panorama, ¿cómo avanzarán en los próximos juicios que se realicen?

GD: Es muy difícil pensar el contexto de los próximos juicios sin saber que pasó con Julio. A muy poco tiempo de empezar el proceso contra el ex capellán Von Wernich ya empezaron las amenazas, que después de López son tomadas muy en serio, más allá de la valentía de las víctimas que testimoniarán en el proceso.

NE: Nosotros reclamamos más que todo, seguridad. Lo hicimos públicamente, por escrito, pero de eso no hay nada. Cuando se habla de protección lo que se nos ofrece es protección policial, y la inmensa mayoría de los testigos no acepta, porque casi todos fueron secuestrados y torturados por la propia policía que ahora lo tendría que custodiar.

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